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jueves, 30 de julio de 2015

LOS CASTRATI, ¿MITO O REALIDAD?

Farinelli, el famoso cantante "castrato"
Los castrati, cantantes masculinos  que perdían su masculinidad para conservar una voz más aguda similar a la de una mujer
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Se ha hablado mucho a lo largo de la historia del bel canto de los castrati –en singular “castrato”-, que eran cantantes masculinos que podían cantar con una voz de tonalidad muy aguda, similar a la de una mujer soprano o contralto, lo que producía un verdadero entusiasmo durante el Barroco, período en el que se convirtieron en figuras famosas y equivalentes a los actuales ídolos musicales, a pesar de que el público desconocía la verdadera tragedia que vivían esos hombres para conseguir una voz de mujer a costa de terribles sacrificios.

Las primeras noticias de estas voces proviene del siglo XVI en el coro de la Capilla Sixtina en Roma (1560?); pero también existían castrati en Nápoles y Munich. Durante los siglos XVI y XVII, en Italia y posiblemente en España y algunas zonas de Alemania, los castrati eran los encargados de cantar las partes más agudas de la música religiosa.

Posteriormente, desde principios del siglo XVII hasta finales del XVIII, los castrati tuvieron papeles solistas en la ópera, ya que existía una prohibición de que las mujeres actuasen en el teatro en los Estados Pontificios. Entre 1650 y 1750 estos cantantes tan peculiares fueron auténticos protagonistas de la ópera seria italiana que era la más popular en toda Europa en esa época. En ellas, el papel de héroe se le otorgaba siempre a estos cantantes, algunos de ellos como Farinelli o Nicolini tuvieron una gran fama e influyente popularidad en el marco de algunos estados alemanes, Inglaterra y España. Por ese motivo, Händel, en muchas ocasiones, siempre contaba con un castrati soprano o contralto en sus composiciones musicales.

Estas voces tuvieron un gran protagonismo hasta finales del siglo XVIII. Mozart compuso los papeles de Idamantes de Idomeneo, rey de Creta (1781) y Sextus de La clemenza di Tiro (1791) para castrati. También, ya en pleno siglo XIX, Rossini y Meyerbeer  hicieron lo mismo. El último castrato conocido, Alessandro Moreschi, falleció en 1922.

            Aunque la castración humana nunca estuvo permitida en ningún país occidental esta oscura realidad contrasta con lo que sucede en la actualidad, ya que los contratenores de hoy alcanzan esos mismos registros de voz de forma natural y no cruenta, a base de usar sólo una parte de sus cuerdas vocales, mientras que los “castratis” tenían que sufrir una intervención quirúrgica, entre los 8 y los 12 años de edad,  en la que le extirpaban los testículo –pero no todo el aparato genital-, para evitar que pudieran producir hormonas sexuales masculinas que producen el cambio en la voz durante la adolescencia. Esta operación les permitía tener una impresionante voz en la que se mezclaban tanto la potencia masculina como la posibilidad de hacer unos agudos prodigiosos propios de la voz femenina. Esta simbiosis de ambas características era aclamada por el público enfervorecido porque este tipo de voz tenía un portentoso control de la respiración por el pequeño tamaño de la laringe y la enorme capacidad pulmonar, desproporcionada con aquélla.

Como se decía antes, la castración humana nunca estuvo permitida expresamente, pero sí se toleraba y se justificaba con supuestos accidentes o enfermedades que justificasen dicha operación. Fue, sin embargo, al finalizar el Barroco y la llegada de las mujeres al teatro y a la escena musical cuando las voces de los castrati desaparecieron del mundo musical, aunque siguieron en toda su plenitud en los coros eclesiásticos hasta bien entrado el siglo XIX.  Fue alrededor de 1861 cuando la  Iglesia dejó  de de solicitar castrati de forma paulatina en su coro Sixtino; y, en 1902, el Papa León XIII prohibió definitivamente que cantasen en el coro, último reducto de tales voces  hasta ese momento.  
         
 En la actualidad, sus voces son sustituidas por las de los contratenores que pueden agudizar su voz con una técnica muy depurada, sin tener que recurrir a tan execrables prácticas que padecían los castrati.
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Bibliografía:
  • arbier, Patrick: Histoire des castrats,, Paris: Grasset, 1989. 272 p. 
  • Barbier, Patrick: The world of castrati,, London: Souvenir, 1996. 272 p.